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Ámsterdam son canales y porros. Porros y sexo. Sexo y llamadas. Llamadas y mentiras. Mentiras y canales.

Y la noche convertía a las bicis en luciérnagas que nos esquivaban casi rozándonos, derramando sus luces por los canales. Y los canales las recogían y las transformaban en canciones que hablaban de lo que estaba por pasar…

Y tú me agarraste por la cintura y te pusiste frente a mí. ‘Quiero besarte’. Y me apartaste el pelo de la cara. Y entendí lo que las luciérnagas trataban de advertirme… ‘Ya nada volverá a ser como antes’.

Ámsterdam es Noviembre. Y gorros de lana. Y bufandas de colores. Y un frío que se mete bajo la piel y te hiela de dentro afuera.

Y tu chupa me quedaba tan grande y la falda tan corta… De espaldas parecía que debajo no llevara puestas más que unas botas. ‘Adelántate, me gusta mirarte’. Y yo me adelantaba un poco y dejaba que tu deseo acariciara mis piernas, mi espalda, mi nuca.

Y en la habitación te devolví tu chupa, que ya nunca volvería a ser tuya del todo. Y nos sobró media cama. Ninguna noche.

Ámsterdam son bicicletas. Apiladas, abandonadas, encadenadas. Esperando que alguien vuelva. O que alguien las robe.

Aquel último Noviembre en Ámsterdam fue el más frío. Y las bicis, convertidas en sombras, se apartaban a mi paso. Y en aquel banco del Damn, entendí que no tenía sentido alargarlo más. Y bebí y bebí. Y te lloré hasta convertirme en canal.

Y tú supiste lo que iba a decir incluso antes de descolgar. Y yo supe que aquella noche debía despedirme de Ámsterdam. Sola.

Ámsterdam fue el fin y el principio. El antes y el durante y el después.

Y a veces me concedo una tregua. Y pasan los meses sin que piense en ti. En las palabras que nunca dijiste. Y tus labios se confunden con otros, con los de cualquiera. Y las bicis vuelven a ser sólo bicis. Y me confío. Y bajo la guardia…

Entonces sucede. Un timbre me avisa para que me aparte. Y la tregua se rompe. Y tu recuerdo me golpea al pasar. Y no hay nada que pueda hacer para evitarlo. Y me doy cuenta de que ya ha pasado otro año. Y Noviembre ha vuelto a pillarme desprevenida…

Y todas las bicis son Ámsterdam.

Y Ámsterdam eres tú.


(*) Escribí este relato hará más o menos un año, para el Club de los Jueves, pero nunca llegué a ponerlo. El tema era: bicicletas.