El verde es mi color. Siempre lo ha sido. No me recuerdo a mí misma con otro color
(‘La mujer de verde’, A. Indridason).
El día que dejé de respirar lo último en que pensé fue en Paula.
Todo el mundo debería poder morirse así, sabiéndolo, dedicando su último pensamiento a alguien a quien realmente quiere. Teniendo en su vida alguien a quien dedicar un último pensamiento.
A veces, cuando no consigo dormir, me dedico a volver sobre mis pasos. Es un ejercicio inútil, lo sé, tanto como repasar un examen ya entregado, pero no puedo evitarlo. Supongo que en el fondo confío en poder encontrarle algún sentido. Algo que haya pasado por alto. Un patrón dentro de lo arbitrario que parece ser todo. Como cuando estoy a punto de perder la partida y me cae una vida extra en el BrickBreaker.
(…)
Mi primer recuerdo de ese día es sobre la comida. Raviolis de setas, rehogados con mantequilla y acompañados de parmesano recién rallado. No sé si es lo que habría elegido de haber pensado que podría ser la última, pero para ser un miércoles cualquiera no está nada mal. Tengo hambre pero es el olor lo que lo vuelve urgente. Los primeros raviolis me estallan dentro de la boca, demasiado calientes para saborearlos. Pasada el ansia de los primeros minutos, comienzo a partirlos en dos, dejando que el calor escape y parte del relleno de setas acabe derramado en el plato. Si estamos viendo la tele o no, eso no lo recuerdo. Sé que voy estrenando camiseta y que pongo especial cuidado en no mancharme. Al final ha sido la de rayas grises y azules, no la verde. Eso es algo que sigo sin entender después de todo este tiempo. El verde es mi color. Siempre lo ha sido. Mi cepillo de dientes, mi esponja, mi toalla, todo es verde. Pero hoy… Gris contra verde y gana el gris? Ni que hubiera sabido que horas más tarde alguien iba a estar cortándola en dos con unas tijeras.
El segundo recuerdo que guardo es estar esperando a Paula y al Escocés a la sombra de un naranjo. El día es absolutamente primaveral para ser febrero. Cielo azul, 25 grados y todo lo demás. Tres más como éste y cada naranjo a lo largo de la calle acabará cubierto de capullos de azahar impregnándolo todo de su olor. Y cada vez que me asome el balcón me parecerá que he vuelto al pueblo de mis abuelos, a los limoneros encalados y a los patios con tortugas escondidas entre las macetas, al olor a brasero y a tostadas por las mañanas, a las noches sin hora para recogerse y al sofá cama que compartía con mi hermano, el mismo en el que pasé la varicela. O la rubeola. O alguna otra cosa de la que mi madre no está del todo segura. Todo eso traerá el azahar para mí a cambio de que siga aquí para olerlo.
Mi tercer y último recuerdo antes del pasillo del edificio 16 es Paula. Cuando la veo salir del portal trae puesta su sonrisa maligna. Pienso rápido de qué puede tratarse, pero no caigo. Entonces ella levanta las manos en señal de triunfo y mueve los dedos, esos dedos largos y finos, absolutamente perfectos, que tiene. Sus uñas. Siguen siendo azules. Llevo días amenazando con quitarles el esmalte, que está ya descascarillado, pero siempre se me olvida… Ahora su sonrisa dice «Ja. Te gané otra vez«. «Esta tarde, en cuanto llegue de clase…» le aseguro, convencida de que voy a volver. Pero no vuelvo. No aquella tarde. Luego entramos en el micra. Y yo finjo que voy a sentarme delante, aunque acabo sentándome a su lado, como siempre. Y ella se lo toma como una nueva victoria, esta vez sobre su padre. Y no recuerdo sobre qué hablamos, sobre cosas importantes, seguro. Con Paula todo lo es.
El resto anda en otro post.
(…)
Y vuelta a Paula. A lo mayor que se ha hecho… aunque no lo suficiente como para que nuestras conversaciones se hayan vuelto aburridas: Paula y yo coincidiendo en cuánto molaría tener barba (lo sé, lo sé, debería hacérmelo mirar… 😎 ). Barbas frondosas que mesarnos con la mirada perdida para que nuestros pensamientos parecieran más interesantes. Y lo hacemos, nos mesamos nuestras barbas inexistentes mientras pensamos en cosas súper profundas.
Y a veces me digo que la vida sigue. Que continúa sin más. Pero no es cierto, claro. Continúa, sí, pero no «sin más». Porque ésta que vivo hace casi dos años ya es una vida extra. Como las del BrickBreaker. Signifique eso lo que signifique.
Y acabo quedándome dormida pensando en Paula. En lo guapas que estaríamos las dos con nuestras barbas.
febrero 19, 2014 at 15:48
Pues espero que lo de dejar de respirar sea en sentido figurado. En todo caso, muchos besos, sigue siendo un placer leerte.
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febrero 19, 2014 at 17:07
Hace casi dos años fue literal. Lo de dejar de respirar, digo, aunque luego volviera a hacerlo (con ayuda), o no estaría contándolo ahora. Supongo que cosas así marcan necesariamente un antes y un después, sobre todo cuando te das cuenta de que al igual que la vida siguió contigo, podía haberlo hecho sin ti.
Muchos besos para ti también, guapísima. Y muchas gracias por seguir pasándote¡¡¡¡
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febrero 27, 2014 at 20:40
Simplemente decir lo que muchas veces pones en tu estado de WhatsApp: Ahora toca vivir!!! Me encanta lo sencillo que suena!!! Un abrazo largo y un beso con los ojos cerrados.
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febrero 28, 2014 at 9:02
«antes vamos a vivir». Suena sencillo, sí, pero no siempre lo es. Vivir es como ir a la playa: hay gente que llega, se da la crema, extiende la toalla y todo su empeño es estar ahí sin que les caiga ni un grano de arena. Yo, cuando iba a la playa, siempre conseguía llenarme de arena na’más llegar… A veces, cuando iba sola, dejaba la toalla y me iba directamente a la orilla y me quedaba allí, to’espatarrá sobre la arena mojada, pensando en mis cosas y escuchando el mar. Ahora lo pienso y debía dar la sensación de no estar muy bien de la olla; menos mal que eso siempre me ha importado una mierda 😎
Un beso, Pipi. Y ya sabes lo que toca… 😉
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marzo 13, 2014 at 16:28
Tiene razón el comentario anterior sobre lo de tu estado de guasap, «antes vamos a vivir». Porque vivir es diferente a simplemente estar o existir. Algunas personas existen, pero otras viven plenamente. Y experiencias como la tuya te hacen valorar más tú propia vida.
Por cierto, de tu guasap me gusta más la foto de perfil que a veces pones (jejeje) …si…esa ¡¡
En fin, me noto un tanto melancólico, pero claro bebiendo agua con gas…que se puede esperar a estas horas. Un abrazo
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marzo 13, 2014 at 16:56
Jejeje. Tengo un amigo que cuando pongo la foto a la que supongo que te refieres (ya sabes que yo la cambio mucho), le falta tiempo para mandarme un «bien!!!» o un guiño o cualquier otra cosa.
En cuanto a mi estado de wasap, sí, es cierto que experiencias como la mía te hacen poner las cosas en perspectiva y distinguir lo que es realmente importante de lo que no lo es. Lo triste es que tenga que pasar algo así para aprender una lección como ésa…
Besos, Abu. Y cambia ese agua con gas por algo menos saludable, joe, que la vida es demasiado corta pa’andar cuidándose 😉 .
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